Entre el buen samaritano y el luchador inclaudicable y furioso, León Gieco insiste con obstinación sobre las cosas de las que habla desde siempre. Es la misma pasión con la que se mueve entre su perfil romántico y el crítico sin concesiones. Es la coherencia lo suyo.
Este disco llegó seis años después del último que había mostrado nuevas canciones. La apuesta conceptual fue fuerte, como ambiciosa fue también la producción.
Cada uno de los 12 temas ofrece una definición para escuchar con atención. Abre y cierra el disco con canciones de amor ("Ella" y "Latido del corazón"), declaraciones en las que desnuda el dolor del alma sin disimulo.
El resto, casi completo, es una serie de definiciones políticas e históricas dentro de la línea que León sostiene: derechos humanos, igualdad, justicia... León desarrolló siempre esa virtud de poder señalar con el dedo desde el llano, sin pedestales. Así sacude con fuerza al típico pícaro en "El argentinito", y lo dice con más contundencia en "Fachos". Nunca le temió a la exposición de ideas, al debate o las contradicciones, y ahí está "Bicentenario", que tanto se escuchó en 2010 en las fiestas del 25 de mayo. La canción tiene la autoría compartida con Raúl Porcheto, y la voz de Charly García sumando solemnidad patriótica (como cuando cantó el Himno).
Siempre con Luis Gurevich como socio en la composición, León se puso rockero. Sin ser cabeza dura, claro, incluso cuando adopta una actitud punk.
Pero no se puede desprender del folclore (ni quiere), y ahí está "A los mineros de Bolivia", basado en textos del Che, y "Hoy bailaré", una de las joyas del disco.
El regreso de León tenía que ser con todo, sin escatimar en nada. Y así fue. Grabó en EE.UU. con músicos enormes y una mixtura tecnológica asentada en lo mejor del sonido analógico (prehistoria pura); en República Checa (las cuerdas de la Sinfónica Nacional), algo en Buenos Aires.... Figura en los créditos Luis Alberto Spinetta, con el que canta "8 de octubre", que compusieron juntos y habla de la tragedia de Ecos.
Durante este viaje León hilvana historias, pinta personajes, sienta posición, toma partido. Al final desembarca, llega a "un lugar, ambiente cultural, organización política o empresa con la intención de iniciar o desarrollar una actividad", según define la Real Academia Española. En eso anda León, como tantos, desde hace una vida.